sábado, 9 de julio de 2016

Ya no está

Salí a buscarla, pero las calles que encontré no eran sus calles y supe que ahí no estaría. No la ví de lejos, no la ví subiendo a un ómnibus, ni entrando en una tienda, ni levantando un libro en la calle. Salí a buscarla porque la extrañaba y sentí la necesidad de hacérselo saber. Anoche soñé con ella, y me desperté con miedo de haberla perdido. Quería sentir su mano fría en el bolsillo, espiarla mientras elige café en el supermercado, cuando vuelve a casa cansada y respondiendo mensajes, o mientras se pinta los ojos para ir a una fiesta. Ella es huérfana, sólo los hermanos la cuidan a veces. Pero ella no necesita de cuidados y no lo sabe. Cuando la pienso, la veo pisando hojas, riéndose con el chicle entre los dientes, chocándose de frente contra el viento con el tapado rojo. Cuando no consigue dormir escucha canciones y sueña con lo acontecerá en diez años, o si se le aprieta el pecho se pone gotas de licor abajo de la lengua. Salí a buscarla porque me hacía falta verle los ojos de invierno. Verla cuando empieza a ponerse borracha y comienza a sentirse feliz, y sabe que esa felicidad es corta pero real. Quería verla prepararse un té de jengibre, cuando pasa resaltador sobre las fotocopias y se muerde los dedos con las uñas mal pintadas. Muchas veces llora, se siente sola, espera lo que vendrá. Salí a buscarla pero no la encontré, no la ví. Será que volvió a su ciudad? Será que no logró salir de allí? Será que no sobrevivió? Cómo sea, que tristeza. Ojalá hubiera sabido que la amaba antes, cuando podía disfrutarla y ella tenía un nombre y dos pies, y un cuaderno amarillo y aquellas pastillas de por las dudas en la cartera. Ojalá en esa época nos hubiéramos encontrado y nos hubiéramos amado. Ella me esperaba. Yo la amo ahora, cuando se fue.
 
AA 
(Julio 2016)

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